¿Es caro ser ecoresponsable?

Generamos kilos de basura que no sabemos reciclar y tenemos armarios llenos de cosas que no usamos. La calefacción nos da demasiado calor e invierno, comemos especies en extinción y gastamos toneladas de papel. Hoy nos preguntamos si es muy caro ser “ecoresponsable” o si precisamente es al revés: ¿cuidando el planeta podríamos ahorrar? Un debate publicado en 2010 en Yo Dona, en el que participan: Montserrat Gomendio (Profesora de investigación del CSIC y miembro de la Real Academia de Ciencias Naturales), Sonia Rubio (Presidenta de Greenpeace España e ingeniera de Telecomunicaciones), Lola Mondéjar (psicóloga, psicoanalista y autora de “Mi amor desgraciado”.) y Margarita Mayo, directora de la cátedra de Liderazgo del Instituto Empresa. 
Por Silvia Castillo + fotos Carlos Alba

Naciones Unidas ha declarado 2010 el año internacional de la Biodiversidad y hoy nos sumamos a la iniciativa planetaria que pretende recoger ideas para proteger nuestro medio ambiente, cuando los científicos confirman que hemos acelerado mil veces la tasa de destrucción de la biodiversidad.
Llevamos esta preocupación a nuestra vida cotidiana y nos preguntamos en qué medida importa que cada uno de nosotros coma atún rojo, una especie en extinción. Las tertulianas afirman que el cambio climático ya está encima y que la educación y la actitud de las mujeres son dos factores decisivos para evitar una crisis de biodiversidad relacionada con nuestro estilo de vida.

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Montserrat Gomendio, Sonia Rubio, Margarita Mayo y Lola Mondéjar huyen de visiones catastrofistas, consideran que el despilfarro en el consumo cuesta mucho más que la conservación del entorno y coinciden en que la actitud de cada persona es determinante para el futuro de la tierra. Y lo explican así: (ver PDF de la tertulia:  tertulia ecoresponsable)

Sonia: Ser ecoresponsable significa ser consciente de que nada es gratis. Por ejemplo, gracias a la explotación de un niño, es posible que un producto valga un euro. Económicamente es barato y socialmente carísimo. Tampoco es verdad que los productos ecológicos sean más caros, porque no tienes que sustituir 500 productos de la nevera por otros en su versión ecológica. Hay que simplificar y cocinar con materias primas, en vez de usar tantos elaborados. Yo lo hago y resulta muchísimo más barato. En mi casa consumimos pensando en si las cosas son necesarias. Mis tres hijos tienen un par de zapatos para cada invierno, eso sí, españoles y muy buenos. Lo importante es pensar si realmente necesitas otra chaqueta más. Nosotros somos felices sin necesidad de tantas cosas.
Lola: Pues yo me siento culpable con respecto al medio ambiente y creo que eso es bueno. Me gustaría tener cuatro abrigos, pero no es necesario. Ser ecoresponsable es ir contracorriente y preguntarse por una avidez consumista sin sentido. El cuidado del medio ambiente conlleva una ética, una forma diferente de ver el planeta y un cambio de modo de vida que no implica ser austeros o no vivir bien. La buena vida tiene que estar vinculada a la ecología, por que, si no, nadie la va a querer.
Margarita: A mí me preocupa el planeta que van a heredar nuestros hijos, saber si les vamos a dejar los mismos recursos naturales que nosotros hemos disfrutado. Por eso intento sensibilizar a futuros directivos de que tienen que implementar planes de gestión del medio ambiente en las empresas, porque constituyen una fuente importante de emisión de CO2. Las compañías que han cambiado el gasóleo por gas han evitado el 40% de emisiones: es una ventaja competitiva. Ser ecoresponsable no es caro. La casa tiene que ser un entorno educativo y yo intento que mis hijos comprendan que una ducha rápida es mucho más ecológica o que no pueden comprar por comprar. No ser ecoresponsable tiene mayor coste.
Montserrat: En mi familia es muy importante la educación y hacemos ecoturismo, es decir, viajamos con nuestros hijos a zonas de mucha riqueza que están amenazadas para que tengan presente la conservación del medio ambiente y que es importante cambiar los hábitos de consumo. Una de las razones fundamentales de la crisis de la biodiversidad es el crecimiento exponencial de la población humana en los últimos años y no ha ocurrido nada parecido en la historia evolutiva del planeta. Si la población sigue creciendo a este ritmo, cambiar los patrones de consumo no va a ser suficiente. Eso implica control demográfico y una política muy decidida de educación de mujeres en todo el mundo, porque se ha visto que es la única estrategia que lleva a un control de la natalidad.
Lola: Estoy de acuerdo en que tenemos que frenar el crecimiento demográfico: Simplemente reduciendo la tasa de natalidad, se reduciría el problema medioambiental. Pero las medidas para garantizar la educación de las mujeres se tienen que acompañar de otras para aumentar la riqueza de los países en desarrollo. Las catástrofes naturales no me asustan, pero me preocupa mucho la pérdida de biodiversidad y la escasez de agua, que está haciendo insoportable la vida a millones de personas. Están muriendo muchos niños por beber agua contaminada. No es el futuro: es lo que está ocurriendo hoy.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para evitar el cambio climático?
Margarita: No nos damos cuenta de la cantidad de emisiones de CO2 del avión. Hay que ahorrar en viajes innecesarios y ser conscientes de que una videoconferencia en Skype elimina costes. Uso un coche pequeño, que consume menos, y ahorro en desplazamientos: un día o dos a la semana hago teletrabajo y me quedo en casa cuando necesito hacer una investigación o escribir un artículo. Tengo oficina sin papel: recibo todas las revistas profesionales en formato digital, la correspondencia a través de e-mail y los documentos están digitalizados.
Sonia: Aplicar el sentido común facilita muchísimo la vida. No es lógico estar a 25 grados en enero por la calefacción, ni congelarte en agosto por el aire acondicionado. Nos han cambiado las prioridades y el objetivo ya no es ser más felices, ni estar más tiempo con nuestros hijos. Tenemos que reflexionar y darnos cuenta de que nos están llevando por un camino que sólo beneficia a los que venden las cosas. Las instituciones tienen que conseguir, no que compremos un coche eléctrico, sino que usemos bicicleta y transporte público, que hagamos teletrabajo y que nuestros hijos aprendan cómo tienen que cuidar el planeta. Los ciudadanos tenemos que exigir a las instituciones que trabajen a favor del ahorro y de las energías renovables. Hay muchísimas cosas que pueden hacer las instituciones, pero nos tienen totalmente abandonados
Montserrat: Estoy de acuerdo en que las instituciones pueden hacer muchas cosas. Solamente con tomar medidas para proteger espacios naturales o especies en peligro de extinción, ya harían mucho más de lo que hacen. Pero como investigadora también entiendo que hay gente a la que no le importa el medio ambiente y necesitan más información para valorar lo que supone la pérdida de especies. A nivel profesional, en el grupo de investigación que dirijo en el Museo de Ciencias Naturales con mi marido, nos dedicamos a estudiar en qué consiste la crisis de la biodiversidad. Asistimos a una pérdida progresiva de especies y hay mucha gente que me pregunta: ¿Qué más da si hay muchas especies? Por eso hay personas que están desarrollando argumentos económicos: ¿Cuánto nos costaría continuar con la polinización si ese trabajo no lo hicieran los pájaros o los insectos? ¿cuánto nos costaría tener un aire limpio después de depurar la contaminación?..El coste es enorme.
Margarita: Efectivamente, hay que hablar de valores y también del coste. En Reino Unido, por ejemplo, calculan que los bosques del país aportan un beneficio anual de mil millones de libras. En una entidad bancaria pusieron en marcha el proyecto cero papel y en los últimos 10 años han ahorrado 11 millones de euros y han salvado más de 20.000 árboles. Es el tipo de datos que convencen a la gente y así se puede pedir a las instituciones una mayor implicación.
Lola: Estoy totalmente de acuerdo. Se ha banalizado la protección del medio ambiente con eslóganes perjudiciales. Una visión catastrofista ayuda muy poco. Mucha gente está esperando que venga un cambio climático, cuando ya lo estamos sufriendo. Tenemos una política educativa nefasta. Porque, además, como es una catástrofe universal, la conclusión es que uno no puede hacer nada y eso nos hace muy pasivos.
Según la ONU, el ritmo de extinción de especies es “alarmante“, hasta el punto de alcanzar mil veces el ritmo que sería normal y aseguran que la causa es la actividad humana.
Montserrat: La comunidad científica estima que estamos en la sexta extinción masiva y en alguna de las cinco anteriores se ha llegado a perder más del 90% de las especies. Por ejemplo, ya no existen los dinosaurios. A lo mejor llega un momento en que nos extinguimos la especie humana. Pero no podemos hacer de ello una religión, porque hay gente a la que le da igual. Por eso son importantes los ejemplos: Si un ingeniero aeronáutico tiene que ahorrar tornillos en un avión por la crisis, ¿cuántos puede dejar de poner antes de que el avión se caiga? Con la pérdida de biodiversidad, no sabemos predecir cuándo vamos a dejar de tener agua potable, cuando van a tener daños irreparables los sistemas de polinización etc.. Que todos repitamos que nos importa mucho el medio ambiente, no sirve de mucho. Hay que tomar decisiones realistas.
Sonia: El trabajo de defensa del medio ambiente tiene que aunar educación en valores, saber cuáles son las consecuencias de nuestros actos y explicar cuánto nos va a costar. Los más reticentes tienen que saber que al final nos quedaremos sin atún rojo, pero todos debemos ser conscientes de que la especie se extingue por todos y cada uno de los filetes que nos comemos cada uno de nosotros.
Montserrat: Cuando una especie está en peligro de extinción, como el atún rojo o el chanquete, me parece una evidencia que hay que dejar de consumir y es una medida muy fácil. La sobreexplotación de la pesca es un problema enorme.
Sonia: O lo dejamos de tomar voluntariamente o será a la fuerza, porque en 4 ó 5 años, es decir, en 2015, se calcula que se acaba el atún al ritmo que vamos. ¿Por qué no tomamos la decisión antes de que sea inevitable?
Margarita: Yo dejaría el atún porque hay otros pescados azules con el mismo valor energético. Si cada uno pone su granito de arena, muchos van a copiar y eso se va transmitiendo. Una persona sí que puede marcar la diferencia y ése es el verdadero cambio social.
Sonia: Los mercados son muy susceptibles a lo que hacen los consumidores. Lo importante es que los responsables de poner un producto en el mercado perciban que están perdiendo clientela. En ese momento buscan otro.
Lola: Mucha gente identifica la riqueza con alimentos exóticos y así se hace un flaco favor al medio ambiente. Hay que comprar producto local o ir a restaurantes que tengan menús de temporada, para los que no es necesario usar transporte y por tanto tienen un uso energético menor. Son medidas fáciles, basta tener un poco de conciencia para darte cuenta que no hay que consumir el salmón de Noruega.
Sonia: Es imprescindible consumir productos locales y volver a la cocina con fresas, ciruelas y melones en verano y en invierno nos tocan las peras, las acelgas y las zanahorias. Se puede vivir perfectamente así. Cuando mis hijos me piden fresas en enero, respondo que no son de temporada. Y me dicen: ¡que sí mamá, que están en la frutería! Entonces yo les explico la importancia del consumo responsable para proteger el planeta.
Con todos esos productos, generamos toneladas de basura. Llega el momento de plantearse si en España se recicla mucho o poco y por qué.
Lola: Pedirle a una persona que se moleste en separar vidrio es apelar a una ética de la solidaridad y la responsabilidad. Es necesario un cambio de valores en la familia, en la escuela y en las campañas institucionales. Por ejemplo, debería estar prohibido empaquetar unas galletas con tres envoltorios y una caja de cartón.
Sonia: Hace mucho tiempo que pedimos una ley de envases. Tampoco tenemos buena información sobre el volumen de reciclado tenemos y todavía hay gente que no separa. Me gustaría que nadie piense si le cuesta mucho o poco trabajo llevar el brick al contenedor porque el esfuerzo por salvar el planeta es mucho más importante que mi esfuerzo personal. Ése es el cambio de mentalidad que necesitamos.
Margarita: Hay mucha gente que el problema del medio ambiente lo ve como algo lejano. En casa hay que tener el cubo amarillo lo más cerca posible, porque si tienes que bajar otro piso, ya va a ser mucho más complicado. A nivel de empresa, hay que informar a la plantilla de cuántas toneladas de papel se han reciclado en un año y publicarlo en la página web. Hay que llevar a cabo acciones de comunicación en la familia y en la empresa.
Montserrat: Yo paso buena parte de mi vida profesional en Gran Bretaña y allí tienes para tu casa 4 ó 5 cubos diferentes de distintos colores, gratuitos y con instrucciones de cómo reciclar. Si no lo haces bien, no se llevan la basura, o sea que no tienes otra alternativa. Ahora incluso están pensando que si reciclas mal, te van a penalizar con una multa. Me parece que se puede hacer un esfuerzo institucional un poquito más allá de apelar a la ética y no es tan difícil desde un ayuntamiento. En Inglaterra hay más conciencia medio ambiental y, sobre todo, tienen un estilo de vida mucho más austero, menos presuntuoso, desde la decoración de las casas a la forma de vestir.
Lola: Es prioritaria la conservación de espacios naturales y terrestres para impedir el crecimiento desmesurado de las ciudades y también imponer ecotasas o multas, para conseguir los mismos resultados de las campañas de tráfico.
Montserrat: Estoy de acuerdo en prohibir o penalizar en casos realmente importantes, pero en el cambio de estilo de vida que se necesita, creo que es mejor la educación que las sanciones. Ante un nivel de intervencionismo de las instituciones diciéndome lo que hay que comer, cómo me tengo que desplazar o qué tipo de tejidos hay que llevar, me rebelaría.
Sonia concluye que “la educación es imprescindible. El motor de cambio siempre es la ciudadanía, que es la que tira de las instituciones”. Montserrat añade que “los problemas políticos de África se deben a la desertificación y al control de recursos como el agua y detrás de las luchas tribales está la crisis medioambiental que provoca patrones migratorios nuevos y muchísimos problemas sociales”. Y Lola deja una última reflexión: “Las guerras son energéticas, por el petróleo. La paz también es un valor medio ambiental”.

 

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